Por favor, antes de cambiar, renunciar, comprar ese pasaje, cortar la relación, permitite dudar una vez más, pero no del destino. Es hora de pensar más en tu proceso, modificar los planes, pero nunca el destino final.
Hay personas que emprenden un barco ya sea profesional o emocional y cuando las mirás decís “wow que emoción que tiene, que militancia, que perseverancia, que emprendedor”. Se marcan con su coequiper y todo el equipo una meta que al pasar el tiempo -meses, años- no se alcanza y llega la frustración.
Que la frustración te modifique los planes. Tu “como” nunca el “para qué”
Con esto último quiero invitarte a pensar en lo siguiente: cuando nos marcamos una meta estamos señalando un destino final -una zanahoria por la cual correr- y también el paso a paso de como llegar. Muchos se frustran cuando luego de cierto tiempo (para cada persona, el manejo de sus emociones varía) ven la zanahoria cada vez más lejos o directamente sienten que nunca se movió de su lugar a pesar de tanto esfuerzo.
La pregunta clave acá es: ¿el problema es la zanahoria o la forma de alcanzarla?. El “para qué” sería tu zanahoria, esa meta que marca tu destino, tu propósito en la vida alcanzado. Y el “cómo” sería simplemente los pasos, el proceso para llegar hasta ahí.
Si vas a renunciar a algo, primero tenes que resolver esto ¿te cansó el proceso o ya no te interesa la zanahoria?. Para cada respuesta el plan de acción es distinto. Si descubriste que la zanahoria no era para vos, soltala. Pero si sabés que fuiste llamado para disfrutar de ese destino ¿por qué dudar? ¿por qué aflojar? PROBÁ OTRA COSA!
Activá tu fe hacia tus sueños, enfocate en lo que tanto querés alcanzar, cambia la metodología, levantate más temprano, salí a correr, exigite otra cosa, pero por favor no renuncies a lo que amas solo porque no salieron un par de planes. Tu destino es muy valioso, cuidalo, protegelo, soñalo cada día y disfrutá del proceso. Creeme, estás cada vez más cerca. Dios nunca archiva un destino, pero tenés que perseverar.
