“¿Cómo no me dí cuenta antes? ¡si era tan obvio!”. Cuando llega el divorsio suele ser esta una de las frases que más podemos escuchar. En los divorcios de parejas, pero también en separaciones de relaciones como las familiares, amistades o de negocios, que por traiciones o amarguras acumuladas, un día se hacen insostenibles.
Por omisión incluso podemos ignorar situaciones, pero también por falta de interpretación de la información que conocemos ya de antemano. Es muy común encontrar profesores de negocios que nunca emprendieron y no son más que docentes asalariados. Maestros de oratoria que son muy aburridos en sus exibiciones, dentistas con pésima ortodoncias y gente que se da de escritor -como yo- con terribles faltas ortográficas.
A veces lo más evidente resulta ser lo más invisible ante nuestra mirada.
Leyendo la biblia en San Juan 3 me encontré un intercambio interesante entre Jesús y un maestro Judió llamado Nicodemo. Entre ambos nace una conversación relacionada al tema de “nacer de nuevo” donde Jesús le menciona que “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Esto hace que Nicodemo se confunda grandemente y le empiece a retrucar esa idea con preguntas del estilo de ¿cómo un hombre viejo nace de nuevo? ¿Cómo volvemos al vientre de nuestra madre?.
Al notar Jesús que no estaba siendo comprendido por Nicodemo luego de tratar por dos intentos más de hacerse entender con ejemplos, le dice:
“Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? Juan 3:10”
Jesús daba por sentado que su interlocutor debería -por su formación- comprenderlo fácilmente. Sin embargo, estaba frente a un maestro de la Palabra que quizás estaba acostumbrado a leerla de manera lineal e histórica. En el sentido de: en tal fecha pasó esto, Dios dijo X cosa, y luego ocurrió esto. Pero saber de memoria cierta información, no significa que estemos capacitados para interpretarla y mucho menos para hacerla propia en nuestra vida.
Empezamos a quedar ciegos ante lo evidente, cuando mentalmente nos damos por realizados.
Una persona que es incapaz de aceptar que quizás está equivocada su manera de pensar o ver la realidad, queda completamente ciega a ciertos puntos de vista que quizás no puede contemplar por su egoísmo disfrazado de “sabiduría”. Dejemos la puerta abierta al error, aceptando que somos seres finitos y Dios en su eternidad imposible de comprender por un ser humano como nosotros, diariamente puede seguir enseñándonos y capacitándonos para vivir plenamente una vida a propósito.