Sin mi bendición, pero castigado por mis propias palabras, llegó un perro a mi departamento. Mi esposa siempre quería uno y mi defensa era muy sólida: “vivimos en un departamento, no podemos”. Todo parecía estar destinado a que siempre mis argumentos me den la victoria.
Un día vamos a la casa de mi suegra y su caniche toy tuvo cachorros. Uno de ellos estaba muy débil, a punto de morir y es ahí donde el pescado muere por la boca. Pronuncié: “Bueno, si ese perrito sobrevive 55 días, lo llevamos”. Y bueno… le pusimos de nombre Timoteo.
Como todo mini toy, está sobrecargado de energías y vitalidad. Desde que llegó no dejaba de correr de un lado al otro, buscando que nosotros juguemos con él todo el tiempo sin darnos descanso alguno. Totalmente entendible en un cachorro. Lo que “Timo” tuvo que aceptar a la fuerza, es que sus dueños trabajan desde casa y no siempre estarían para cubrir sus necesidades que nacían de su hiperactividad.
Poco a poco sus días se hicieron más aburridos y directamente se queda dormido en su cucha sin mayor movilidad. Pero todo cambia cuando aparece ella: la pelota. Una pelota cualquiera -ya cayeron varias por el balcón- y ahí su vida monótona cambia y vuelve su energía, vitalidad y pasión. Se transforma, es un perro pleno, completo, parece que nunca pasó el tiempo y retoma su picardía que tenía en las primeras semanas de vida.
Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él? Eclesiastés 3:22
Hace poco descubrí algo: todos, cúal caniche toy, tenemos una pelota que nos alegra la vida. Esa pelota puede ser un juego, ir a la cancha, una actividad deportiva a la semana, una pasión, un juego, una adicción también. Puede ser algo sano, como peligroso. Pero es esa “pelota” que nos alegra la vida luego de una semana tediosa.
Millones de personas en el mundo pasan horas acumuladas sentadas en un inodoro siendo consumidas por TikTok porque esa es su pelota, un momento de escape, propio, para ellos. Un espacio donde se sienten felices, ríen, aprenden, lloran, pero ellos manejan todo. Otros tantos se sumergen en juegos y mundos ficticios donde encarnan personajes que los alejan de quien ellos son realmente, porque en esa fantasía tienen el coraje y la vitalidad que les falta.
Si calculas las horas semanales que le dedicas al trabajo – incluyendo la cantidad de horas en tráfico – vas a notar que es gran parte de tu año. Y si acumulamos años y años de monotonía, odio, bronca, aburrimiento, frustración, eso tarde o temprano pesa en nuestra vida. Es ahí donde todos buscamos escapar, o una “pelota” que rompa esa rutina asfixiante y nos haga sentir vitales una vez más, así sea en nuestra mente.
Si no disfrutamos de nuestro trabajo, la actividad que más tiempo le dedicamos en nuestra vida, viviremos amargamente.
La verdad que se describe en el versículo que te comparto de Eclesiastés me pareció muy fuerte. No importa que tanto dinero tengamos, cuantos beneficios ganemos, serán 8, 10 o más horas al día que estaremos en modo zombies, monótonos deseando escapar.
Creo que La Palabra nos invita a reflexionar:
¿Paso muchas horas amargado en la semana producto de un trabajo que no me entusiasma o desafía? ¿cómo puedo cambiar esto? ¿puedo mejorar mi actitud y mirada hacia el trabajo para que el clima laboral cambie y disfrutar más todas esas horas? ¿o es momento de cambiar?.
Lee el versículo de nuevo. Pero ahora poné énfasis al final: “¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?” tarde o temprano nuestra carrera llegará a su fin, no pensemos que tendremos otra vida para disfrutar. Hagamos todo lo posible para disfrutar de las bendiciones que hoy nos rodean y seamos conscientes de ellas. No tengamos, como mi mascota, solo una “pelotita” que nos alegra en medio de tanta amargura. No nos conformemos.
Busquemos vivir en plenitud mientras cargamos nuestra cruz.